RAFAEL  CADENAS


Nació en Barquisimeto, Venezuela, en abril de 1930. Empezó a escribir poesía desde muy joven y también fue temprana su actividad política en la militancia comunista, por lo que tuvo que exiliarse a Trinidad en 1952, donde permaneció hasta 1957. Allí vivió cuatro años y aprendió el inglés, lo cual le permitió leer y traducir a los poetas anglosajones. De esa experiencia surgió también, ya de regreso a Venezuela, su primer gran libro: Los cuadernos del destierro.
Rafael Cadenas fue uno de los fundadores del grupo y la revista Tabla Redonda (1959-1963).A partir de 1963, la fama de Rafael Cadenas se extendió por toda Latinoamérica tras la publicación de “Derrota”.
Fue profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central.
Recibió la beca Guggenheim en 1986 y el doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela.
Ganó el Premio Nacional de Ensayo (1984), el Premio Nacional de Literatura (1985), el Premio San Juan de la Cruz y el Premio Internacional de Poesía J. A. Pérez Bonalde (1992), así como una beca de la Fundación Guggenheim (1986). También le fue otorgado en México el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, antes llamado Juan Rulfo.
Dueño de un lenguaje mágico y depurado, su obra lo sitúa como uno de los grandes exponentes de la poesía modernista  hispanoamericana.
 Derrota

Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme
                                                                                                   es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo
que creí que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces
                                                                   más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo
                                                         ("Ud. es muy quedado, avíspese despierte")
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy de las FALN y me desespero por todas esas cosas y por otras
                                                           cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas
                                               haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme,
                                               barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación,
                                               mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente
                                               me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de los otros
                                               y de mí hasta el día del juicio final.
Extraído de "Obra Entera, poesía y prosa" 2000


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